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Detrás de cámaras con la profesora Libia Stella Gómez

02 de junio de 2025

Libia Stella Gómez es cineasta, docente y directora de la Escuela de Cine y Televisión de la Universidad Nacional. Nacida en Santander y persiguiendo sus sueños en Bogotá, hoy es la cabeza de una de las escuelas de cine más importantes del país. En esta conversación, nos cuenta cómo fue ese camino lleno de giros dramáticos, de constancia y de reinvenciones, donde el arte y la docencia se entrelazan como parte de una misma vocación: la creación.

En Plural (EP): ¿Cómo llegó al cine?

Libia Stella Gómez (LEG): Yo soñaba con ser actriz de teatro. Empecé muy joven, a los 12 años, en el Socorro, Santander. Más tarde me fui a Bucaramanga y me uní a un grupo profesional de teatro y títeres: La Oruga Encantada. Era un grupo con una historia de militancia política que, en esos tiempos, los tenía perseguidos. Luego me tocó salir de Santander y me vine a Bogotá sin el apoyo de mis papás.

En Bogotá empecé en una escuela independiente de teatro dirigida por actores de La Candelaria, y terminé haciendo una pasantía allá. Santiago García era un ídolo para mí, y terminé siendo muy amiga suya. Pero con el tiempo me di cuenta de algo: no era buena actriz. Lo mío era la escritura, la dirección. Llegó un momento muy difícil, estaba sin escuela, sin grupo, sin dinero; era como un momento de esos de punto de giro en la vida de uno, pensé en volver a Bucaramanga pero alguien me dijo que la Universidad Nacional tenía una carrera en Cine y Televisión. Le propuse a mi papá que me apoyara y me dijo que me quedaba si estudiaba algo “decente”. Así fue como terminé estudiando cine. No por vocación, sino por necesidad. Para no morirme de hambre.


EP:
¿Cuál es el momento donde usted considera que se enamoró del cine?

LEG: Yo no me metí a estudiar cine porque soñara con ser cineasta, porque deseara el cine realmente, sino para no regresarme a Bucaramanga y no morirme de hambre. Cuando entendí que mis fortalezas estaban en la dirección y en la escritura. No era actriz, eso lo supe con el tiempo. La carrera me dio herramientas, me permitió encontrar un camino. Y por ahí me fui.

EP: ¿Cómo era la Escuela de Cine cuando usted estudió y cómo ha cambiado al día de hoy?

LEG: Muy distinta. No había equipos, los profes nunca habían hecho películas, no había espacio. Era una escuela precaria. Nosotros comprábamos lámparas de jardín y las forrábamos con cartulina para simular luces de cine. Hoy los estudiantes tienen cinco kits de luces, cámaras digitales, salas de montaje profesionales... En esa época no existía nada de eso. Pero siempre hicimos cosas, porque lo mejor que ha tenido esta escuela son sus estudiantes y sus ganas de crear.

Si tú dices Ciro Guerra, Cristina Gallego, Diana Camargo, Federico Durán… que es gente que es la fuerza del cine colomiano hoy en día, todos ellos fueron egresados de etsa escuela. Entonces sí, las cosas han cambiado muchísimo, es decir, con 36 años esta escuela ha logrado formar a toda una generación que cambió la forma de hacer cine en Colombia.

EP: ¿Qué desafíos considera que tiene ahorita la Escuela?

LEG: Uf, bueno, el principal desafío es que estamos estrenando este edificio y no tiene todavía todo lo que se requeriría. Hay muchas salas que todavía no están dotadas. Hay que apropiarse de los espacios. Entonces nos inventamos todo el tiempo charlas para que los chicos tengan una actual constante relación con el medio. 

Algo que sucedió estando en el 701 es que nosotros estábamos aislados de la universidad, pero también aislados del medio cinematográfico. Era como si ese potrero fuera el último rincón del mundo y nada llegaba a esa escuela. Entonces un poco mi política es “abramos esta escuela, abramos las puertas, traigamos la gente del cine”.

EP: ¿Cómo ha sido ese camino siendo mujer dentro de la industria del cine?

LEG: Difícil. En el medio nunca me han cuestionado por ser directora. Soy la segunda mujer en Colombia que logró estrenar una película de ficción. Pero en la universidad ha sido más duro. Esta escuela siempre fue manejada por hombres. He recibido ataques, descalificaciones, intentos de escándalos, simplemente por ser mujer y dirigir esta escuela.

Estudié en esta universidad el pregrado en cine, estudié la maestría, ya en una semana me graduo en el doctorado, es decir, yo he hecho toda mi carrera a partir y dentro de la Universidad Nacional, soy hija de la nacional, tiene todo el sentido que yo esté aquí y entiendo esta escuela, la entiendo porque he estado todo el tiempo. Fui profesora, fui estudiante, luego fui profesora ocasional, luego fui profesora catedrática, ahora soy de planta.

EP: ¿Y cuál es su apuesta como directora de la escuela de cine y tv?

LEG: Mi apuesta es abrir la escuela al medio cinematográfico. Que no sea una burbuja aislada. Traer gente del medio, como Dago García que hoy da clases aquí, generar diálogos con entidades como Proimágenes o el Ministerio de Cultura. Yo tengo siete películas, cinco estrenadas, y durante años coordiné la mesa de gremios del sector audiovisual. Tengo contacto con todos los actores de la industria. Quiero usar eso para que los estudiantes se conecten con el medio real.


EP: ¿Cómo llega usted a ser profesora?

LEG: Bueno mi papá fue profesor, mi mamá fue profesora y mis hermanas y tías son profesoras. Es decir, es una cosa que viene de siempre. Cuando me planteé por primera vez dar clase no fue algo como mucha gente dice "bueno, es un escampadero para poder susbsistir mientras se consigue trabajo", para mí nunca lo fue, a mí me gusta dar clase. Me encanta el trabajo con los estudiantes, me encanta la energía que despliegan, me encanta estar con ellos y dejarme llevar un poco por la corriente de lo que a ellos se les ocurre. 

EP: ¿Qué le inculca a sus estudiantes?

LEG: La constancia. Se puede no tener talento pero si tú tienes constancia, si eliges un oficio y te dedicas a especializarte en ese oficio, con toda seguridad logras un lugar en ese oficio. Más que el talento, lo que hace la diferencia es dedicarse, especializarse, no quedarse en la comodidad. También la importancia de cultivar el ojo y el cerebro. Nosotros no retratamos la realidad, la pintamos. Y para eso hay que observar, tener una mirada, una voz. Hay que pensar las imágenes que hacemos, porque son una forma de narrarnos como país.

EP: ¿Qué recuerda de su primera película, La historia del baúl rosado?

LEG: Duré ocho años buscando financiación. Cuando por fin rodamos, el primer día fui a revisar la locación del cuarto del personaje principal, Corso. Todo lo que había escrito durante años, de repente estaba ahí, frente a mis ojos: la cama, el altar de la mamá, la ventana. Sentí que había frotado la lámpara de Aladino. Ese momento fue mágico. Solo pasa una vez en la vida.

EP: ¿Cómo ve el cine colombiano hoy?

LEG: Hay mucha producción, pero poca exhibición. Se hacen alrededor de 70 películas al año, pero la gente ya no va tanto a ver cine colombiano. Las plataformas cambiaron los hábitos. Además, nos hemos centrado mucho en el drama, en la victimización, en las “tristezas colombianas”. Yo creo que es hora de explorar otros géneros: el thriller, el western, la comedia reflexiva. Hay que reinventar cómo nos narramos, cómo contamos nuestras historias.

En las regiones está el público que no hemos sabido mirar. Falta formación, sí, pero también dotación, apoyo de gobiernos locales. Las regiones tienen historias poderosas. No necesitamos que vengan de Bogotá a contar lo que pasa allá. Hay que apoyar a la gente de las regiones para que lo cuenten ellos mismos.

EP: Para cerrar, ¿algún consejo para quienes leen esta entrevista?

LEG: Aprendamos a mirarnos a través del cine. Hemos perdido empatía por tanto dolor, tanta violencia. Pero el cine es una oportunidad para procesar eso, para comprendernos como país. No lo veamos como un lujo. Es un bien, es una necesidad cultural. Y es también una forma de sanar.

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